Y forjada sobre su cuerpo, la armadura se hacia seda, los muros invisibles y no se apreciaban llaves. De cerca, aquellos anunciados miedos y fobias desaparecian, su mirada se tornaba dulce y se paraba el tiempo. Como si los dias se detuvieran, 1 dia, 7 o una vuelta al sol, todo permanècia igual. Mirar sus ojos, leer sus expresiones o escuchar su voz era como estar en casa, como un largo abrazo que encaja perfectamente con la piel. Muy lejos...
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